sábado, 28 de marzo de 2015

Los motivos del lobo

Esta exquisita obra del nicaragüense Rubén Darío, constituye una famosa pieza poética que puede ser utilizada en gran manera para fines pedagógicos.

El argumento que va revelándose a lo largo de la poesía, crea el suspenso necesario para mantener la atención. La fuerza y el vigor de las intervenciones de Francisco de Asís y el Lobo de Gubbia, brindan la oportunidad para identificar a alumnos con dotes de actores o declamadores. Las argumentaciones expuestas en este largo poema son capaces de satisfacer al oyente más exigente. Todo este conjunto hacen de "Los motivos del lobo" una poesía altamente recomendable para festejos estudiantiles por fin de año o por el "Día del animal".
La poesía es apta para ser representada. Para ello, se precisa de cuatro buenos declamadores, dos que hagan de relatores, turnándose; uno que interprete a Francisco, vestido de rústica túnica marrón, y otro que haga el papel del lobo, para lo cual podría utilizar una careta. Además de estos actores que recitan, se precisa de otros que no tienen intervención hablada: varios campesinos que acuden al llamado de Francisco; y dos religiosos que intervienen cuando el lobo acompaña al santo en el convento.


El varón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal;
bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal:
el lobo de Gubbia, el terrible lobo,
rabioso ha asolado los alrededores,
cruel ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertes y daños.

Fuertes cazadores armados de hierros fueron destrozados,
sus duros colmillos dieron cuenta de los más bravos perros,
como de cabritos y de corderillos.
Francisco salió,
al lobo buscó en su madriguera.
Cerca de la cueva encontró a la fiera
enorme, que al verlo se lanzó feroz
contra él. Francisco, con su dulce voz,
alzando la mano, al lobo furioso dijo:
-¡Paz, hermano lobo!
El animal contempló al varón de tosco sayal;
dejó su aire arisco,
cerró las abiertas fauces agresivas, y dijo:
-¡Está bien, hermano Francisco!
-¡Cómo! –Exclamó el santo-
¿Es ley que tú vivas de horror y de muerte?
¿La sangre que vierte tu hocico diabólico,
el duelo y espanto que esparces,
el llanto de los campesinos,
el grito, el dolor
de tanta criatura de nuestro Señor,
no han de contener tu encono infernal?
¿Vienes del Infierno?
¿Te ha infundido acaso su rencor eterno
Luzbel o Belial?
Y el gran lobo, humilde: ¡Es duro el invierno,
y es horrible el hambre!
En el bosque helado no hallé qué comer;
y busqué el ganado,
y a veces comí ganado y pastor.
¿El hambre? Yo ví a más de un cazador
Sobre su caballo, llevando el azor al puño;
o correr tras el jabalí, el oso o el ciervo;
y a más de uno vi mancharse de sangre,
Herir, torturar,
De las roncas trompas al sordo clamor
a los animales de nuestro Señor...
Y no era por hambre que iban a cazar.
Francisco responde:
-En el hombre existe mala levadura.
Cuando nace, viene con pecado.
Es triste... mas el alma simple de la bestia, es pura.
Tú vas a tener desde hoy qué comer.
Dejarás en paz
rebaños y gente en este país.
¡Que Dios melifique tu ser montaraz!
-Está bien, hermano Francisco de Asís.
-Ante el Señor, que todo ata y desata,
en fe de promesa, tiéndeme la pata.
El lobo tendió la pata al hermano de Asís,
que a su vez le alargó la mano.
Fueron a la aldea.
La gente veía y lo que miraba, casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo fiero,
y baja la testa, quieto le seguía
como un can de caza, o como un cordero.

Francisco llamó a la gente a la plaza y allí predicó,
y dijo: -He aquí una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo,
me juró no ser ya nuestro enemigo,
y no repetir su ataque sangriento.
Vosotros, en cambio, daréis su alimento
a la pobre bestia de Dios-.
-¡Así sea! –Contestó la gente toda de la aldea,
y luego, en señal de asentimiento,
movió testa y cola el buen animal
y entró con Francisco de Asís al convento.
Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo en el santo asilo.
Sus vastas orejas los salmos oían
y los claros ojos se le humedecían.
Aprendió mil gracias y hacía mil juegos
cuando a la cocina iba con los legos.
Y cuando Francisco su oración hacía,
el lobo las pobres sandalias lamía.
Salía a la calle, iba por el monte, descendía al valle,
entraba a las casas y le daban algo de comer.
Mirábanle como a un manso galgo.
Un día Francisco se ausentó, y el lobo
dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo
desapareció, tornó a la montaña
y recomenzaron su aullido y su saña.
Otra vez sintióse el temor, la alarma
entre los vecinos y entre los pastores;
colmaba el espanto los alrededores.
De nada servían el valor y el arma
pues la bestia fiera no dio tregua a su furor jamás
Como si tuviera fuego de Moloch y de Satanás.

Cuando volvió al pueblo el divino santo,
todos lo buscaron con quejas y llanto,
y con mil querellas dieron testimonio
de lo que sufrían y perdían tanto
por aquel infame lobo del demonio.

Francisco de Asís se puso severo.
Se fue a la montaña
a buscar al falso lobo carnicero,
y junto a su cueva halló a la alimaña.
-En nombre del Padre del sacro universo,
Conjúrote –dijo- ¡Oh lobo perverso!,
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?
Contesta. Te escucho.
Como en sorda lucha, habló el animal,
la boca espumosa y el ojo fatal:
Hermano Francisco, no te acerques mucho...
Yo estaba tranquilo, allá en el convento,
al pueblo salía,
Y si algo me daban estaba contento
Y manso comía.

Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la envidia, la saña, la ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.
Me vieron humilde, lamía las manos
Y los pies. Seguía tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos:
Los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así, me apalearon y me echaron fuera.
Y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
Y me sentí lobo malo de repente;
pero siempre mejor que esa mala gente.
Y recomencé a luchar aquí,
a me defender y a me alimentar.
Como el oso hace, como el jabalí,
que para vivir tiene que matar.
Déjame en el monte, déjame en el risco,
déjame existir en mi libertad,
vete a tu convento, hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad.

El santo de Asís no le dijo nada.
Le miró con una profunda mirada,
Y partió con lágrimas y con desconsuelos,
Y habló al Dios eterno en su corazón.
El viento del bosque llevó su oración,
Que era: -Padre nuestro, que estás en los cielos...


Rubén Darío




viernes, 3 de febrero de 2012

Recitar: sentir lo que dices

Declamación
Recitar es repetir en voz alta un mensaje compuesto en verso.

Algunos recitados tienen el efecto de una simple lectura, cuando una buena poesía podría producir un gran impacto en los oyentes.

Si quieres declamar hasta hacer llorar a tu público, debes:

1. Amar la poesía

2. Elegir una buena poesía

3. Entender la poesía:
-su contenido o mensaje
-las distintas unidades expresivas que contiene
-el ritmo de la obra

4. Conocer perfectamente y utilizar los signos de puntuación

5. Señalar las frases impactantes del poema y aplicar a ellas una mayor fuerza expresiva

6. Dar la correcta entonación a las distintas unidades de pensamiento

7. Tener una buena memoria o en su defecto, utilizar discretamente un ayudamemoria

8. Utilizar la gesticulación apropiada, usar para transmitir el mensaje todo el cuerpo, inclusive el rostro

9. Tener una dicción muy clara y un volumen de voz adecuado al auditorio

10. Dar al poema un cierre notable


En las sucesivas presentaciones (que espero no sean tan distanciadas), iré ayudándoles en este sencillo proceso, punto por punto. Mientras tanto, tengan en cuenta estos diez aspectos que yo sé les ayudará bastante. Éxitos.

Mirta de Eisenkölbl

domingo, 6 de noviembre de 2011

Sembrando

Poesía bonita, de gran contenido y belleza. Sembrando contiene cambios de entonaciones y frases de gran fuerza (en negritas), capaces de mantener expectantes a los oyentes. Además, puede ser utilizada con gran eficacia, en procesos didácticos, especialmente los referidos a acentuación, pues contiene buenos ejemplos.



sembrando

De aquel rincón bañado por los fulgores
del sol que nuestro cielo triunfante llena;
de la florida tierra donde entre flores
se deslizó mi infancia dulce y serena;
envuelto en los recuerdos de mi pasado,
borroso cual lo lejos del horizonte,
guardo el extraño ejemplo, nunca olvidado,
del sembrador más raro que hubo en el monte
.

Aún no sé si era sabio, loco o prudente
aquel hombre que humilde traje vestía;
sólo sé que al mirarle toda la gente
con profundo respeto se descubría.
Y es que acaso su gesto severo y noble
a todos asombraba por lo arrogante:
¡hasta los leñadores mirando al roble
sienten las majestades de lo gigante!

Una tarde de otoño subí a la sierra
y al sembrador, sembrando, miré risueño;
¡desde que existen hombres sobre la tierra
nunca se ha trabajado con tanto empeño!

Quise saber, curioso, lo que el demente
sembraba en la montaña sola y bravía;
el infeliz oyóme benignamente
y me dijo con honda melancolía:
—Siembro robles y pinos y sicómoros;
quiero llenar de frondas esta ladera,
quiero que otros disfruten de los tesoros
que darán estas plantas cuando yo muera.

—¿Por qué tantos afanes en la jornada
sin buscar recompensa?— dije. Y el loco
murmuró, con las manos sobre la azada:
—«Acaso tú imagines que me equivoco;
acaso, por ser niño, te asombre mucho
el soberano impulso que mi alma enciende;
por los que no trabajan, trabajo y lucho;
si el mundo no lo sabe, ¡Dios me comprende!»

Hoy es el egoísmo torpe maestro
a quien rendimos culto de varios modos:
si rezamos, pedimos sólo el pan nuestro.
¡Nunca al cielo pedimos pan para todos!
En la propia miseria los ojos fijos,
buscamos las riquezas que nos convienen
y todo lo arrostramos por nuestros hijos.
¿Es que los demás padres hijos no tienen?...

Vivimos siendo hermanos sólo en el nombre
y, en las guerras brutales con sed de robo,
hay siempre un fratricida dentro del hombre,
y el hombre para el hombre siempre es un lobo.»

Por eso, cuando al mundo, triste, contemplo,
yo me afano y me impongo ruda tarea
y sé que vale mucho mi pobre ejemplo
aunque pobre y humilde parezca y sea.
¡Hay que luchar por todos los que no luchan!
¡Hay que pedir por todos los que no imploran!
¡Hay que hacer que nos oigan los que no escuchan!
¡Hay que llorar por todos los que no lloran!
Hay que ser cual abejas que en la colmena
fabrican para todos dulces panales.
Hay que ser como el agua que va serena
brindando al mundo entero frescos raudales.
Hay que imitar al viento, que siembra flores
lo mismo en la montaña que en la llanura,
y hay que vivir la vida sembrando amores,
con la vista y el alma siempre en la altura».
Dijo el loco, y con noble melancolía
por las breñas del monte siguió trepando,y al perderse en las sombras, aún repetía:
—«¡Hay que vivir sembrando! ¡Siempre sembrando!...»

NUNCA OLVIDES:
Que debes respetar estrictamente los signos de puntuación.
Además, para tener en suspenso al público, debes dar a cada unidad gramatical la entonación adecuada, que irá variando de acuerdo a lo que se expresa.

jueves, 29 de septiembre de 2011

¡Viva la poesía!

mensajes sin respuestas

Las poesías, en este tiempo, se me hacen esto: millones y millones de botellas con mensajes flotando en el mar, ignoradas, menospreciadas e incomprendidas. Sin embargo, ¡cuánta riqueza hay dentro de ellas!

Yo misma me preguntaba, ante tanta indiferencia, "Pero... ¿sirve de algo la poesía en este siglo tan abrumadoramente simplista?" Un predicador griego respondió,sin querer, mi pregunta y me impulsó a seguir cultivando este género literario tan noble y tan rico.

Lo que el Pastor Alex Embiridis indicó aquella vez fue la manera en que el hombre de hoy puede enriquecer su vocabulario a través de la poesía y cómo su hablar puede hacerse más bello al ir incorporando, inconscientemente, las figuras literarias que adornan el lenguaje poético.

Con el tiempo, yo misma descubrí la extraña y admirable capacidad que tenemos los poetas de utilizar pocas palabras para decir mucho. En la poesía, generalmente, no se da rodeos para expresar algo, en dos versos pueden encerrarse párrafos completos. Con la poesía se aprende la precisión en el lenguaje oral y escrito.

La poesía, la buena poesía (¡porque las hay malas, y muuuuuuuchas!, es rica y enriquecedora. Nadie pierde el tiempo cuando lee poesías que se destacan como clásicas de la Literatura Universal. Le animo a que lo haga, y empiece ahora con esta bella poesía de Gustavo Adolfo Bécker. Léala, la primera vez, en voz alta, con la intención de abarcarla toda en forma general. Léala una segunda vez respetando fielmente los signos de puntuación. Dele la entonación adecuada. ¿No sabe el significado de alguna palabra? ¡Búsquela en el diccionario! Detecte las frases que impactan por su belleza o su contenido, éstas han de recibir mayor fuerza al pronunciarse. Y entonces... Levántese, y repita palabra por palabra este bello poema. Guste cada expresión, saboréela y haga que otros también queden extasiados con la gran belleza de un buen poema. ¡Que la aproveche!

Mirta de Eisenkölbl



RIMA IV
No digáis que, agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!

Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista,
mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a dó camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!

Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!

Gustavo Adolfo Bécker